martes, 23 de diciembre de 2014

FANTASMAS DEL PASADO

Es curioso cómo pasan los años y cómo cambian las percepciones que tenemos de una persona. ¿Cómo se convierte alguien que para ti pasaba desapercibido en una sorpresa y alguien con el que el corazón te palpitaba a doscientos por hora en una persona inadvertida?
Por suerte o por desgracia hay cosas a las que no les podemos dar una explicación. Tal vez con la excusa de evitar comernos la cabeza más de lo que debiéramos.
Hasta en los cuentos de Charles Dickens aparecían los fantasmas de las Navidades Pasadas.

En este caso, mi encuentro fortuito se produjo con los fantasmas de mi adolescencia. No sabría explicaros en que cuento están éstos reflejados. La adolescencia es una época de fuertes cambios y emociones incontrolables, dónde una minuciosidad se convierte en algo inabarcable. Y con los años te das cuenta de que hoy por hoy todo lo que te pasó entonces es una tontería en comparación con tus problemas actuales. Y supongo, que la edad ayudará a que los “problemas” de hoy sean algo insignificante en el futuro.

Pero todo a su tiempo, nadie aprende por cabeza ajena.
Cuando eres joven, los amores platónicos son  algo totalmente normal. Estás en el colegio y te gusta una persona mayor que tú aún sabiendo que nunca llegarás siquiera a dirigirle la palabra. Pero pasan los años, y los dos o tres cursos que os separaban apenas se aprecian. ¡Y cómo cambia todo! Comienzan las miradas, los saludos, la primera conversación e incluso los acercamientos por parte de él. Días de absoluta desconcentración en la biblioteca cuando está sentado cerca de ti y percepción de voz temblorosa cuando hablas con él más de dos minutos.

Con el tiempo todo eso pasa a segundo plano y os encontráis en el mismo nivel. Y ahora no sientes nada. Simplemente estás ante una persona agradable con la que conversas alegremente y con la que siempre tendrás tema de conversación porque compartís profesión. A veces pienso que fue casualidad que siguiese sus pasos. Otras veces que el culpable fue el destino. Pero ni uno ni otro harán que algo cotidiano se vuelva insólito.


De manera simultánea tenemos el caso contrario. Ese amigo por el que no sientes la mínima atracción física aunque ya de por sí es atrayente espiritualmente. Esa persona con la que nunca falta un tema de que hablar y con la que las horas de conversación parecen minutos. Alguien el quién nunca te fijarías. Al menos a priori.

Vuelven a pasar los años y esa falta de atracción física se vuelve algo secundario, porque es alguien con quién te llevarías horas compartiendo tu tiempo. ¡Y así es la vida! Unos vienen, otros se quedan, otros se van… pero todo sigue dando vueltas. ¿Qué pasará mañana?