Si por algo se distinguen los
buenos escritores es porque expresan a la perfección algo que conocen bien. Yo
nunca he pretendido ser una buena escritora, ni siquiera una escritora “a
secas”, pero me hallo inmersa en una típica tarde otoñal, en un punto
intermedio entre un frío desagradable y un calor sofocante. Típica tarde en la
que te apetece cubrir tus pies fríos con una de esas pequeñas mantas agradables
al tacto, mientras degustas un té Earl Grey con una nube de leche al más puro
estilo inglés. Mientras das un sorbo y se te empañan las gafas con vaho del aún
humeante té, levantas la tapa del portátil porque tienes la necesidad de contar
algo.
La película en sí os puede parecer una falacia. ¡Todo el mundo ha besado a alguien! ¿O no? Observar a vuestro alrededor. Hay chicas independientes, exigentes y con las ideas claras que no están dispuestas a dar un beso al primero que se cruce en su camino. Ni a intimar con alguien que conoces desde hace una semana. Es posible que por el aumento del “nivel de superficialidad” al que estamos acostumbrados últimamente, penséis que esas chicas no son precisamente agraciadas físicamente, o que se ocultan tras unas gafas y un ordenador, carentes de vida social. Pero os equivocáis. Esas chicas están ahí, no deseando que las besen desesperadamente, pero sí con ganas de sentirse comprendidas, seducidas e incluso atrapadas por un hombre de verdad. De los que escasean, como ellas.
Y os preguntaréis: ¿Cómo sabes
que no es mentira?
Es tan fácil como que las que
pertenecemos a ese grupo, tarde o temprano, nos acabamos conociendo. ¿La fuerza
del Universo? Podéis llamarlo como queráis.
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